A continuación os pongo unas reflexiones del filósofo y físico Mario Bunge sobre la paradoja del gato más famoso del siglo XX
El gato de Schrödinger
¿sigue medio vivo y medio muerto?
EXTRACTO DEL LIBRO DE MARIO BUNGE SER, SABER, HACER
En 1935, Erwin Schrödinger, uno de los fundadores de la física cuántica, diseñó un experimento mental que, en su opinión, ponía en duda la solidez de la teoría. Se trata del famoso gato de Schrödinger, que sigue suscitando acaloradas discusiones y dando de comer a un regimiento de filósofos. Consiste en lo siguiente: Supongamos que un gato vivo es encerrado en una jaula de acero juntocon una pequeña muestra de material radiactivo y un frasco que contiene un potente veneno. Basta que un átomo radiactivo se desintegre para que el frasco de veneno estalle, y mate al gato casi instantáneamente. Puesto que la desintegración es probable, la vida del infortunado gato pende del azar. Según la escuela de Copenhague, nada ocurrirá mientras el gato siga encerrado, ya que en este caso no será observado. Durante este periodo, el gato estará literalmente medio vivo y medio muerto.
O sea, la función de estado ψ del gato será una superposición (combinación lineal) de los estados vivo y muerto. En cuanto el observador abra la jaula, esta suma se reducirá a uno de los términos: ya el que representa el estado vivo, ya el otro. No es que recién entonces se sabrá qué fue del pobre gato, sino que recién entonces el gato volverá a vivir plenamente o morirá. Esta fábula suele darse como ejemplo tanto del principio de superposición como del colapso o reducción de la función de onda como resultado de una observación. Schrödinger, gran físico y ailurófilo, olió aquí a gato encerrado. Creyó que la teoría estaba errada. En mi opinión, la que está errada es la interpretación positivista (o subjetivista) de la teoría. Un realista formularía las objeciones siguientes. Primero, nadie sabe cómo describir un gato en términos cuánticos, o siquiera un sistema tanto más simple como lo es cualquiera de las proteínas que constituyen los bigotes del gato. Por lo tanto, escribir una combinación de las funciones del estado vivo con el estado muerto vale tanto como decir «Bla-bla es igual a bleble más bli-bli». La mecánica cuántica no se aplica a seres vivos, no porque éstos sean macrofísicos, sino porque poseen propiedades que esta teoría ignora. En particular, la teoría no explica por qué los gatos metabolizan y se reproducen, ni menos aún por qué les gusta cazar ratones y ronronear.
Segundo, hay una manera de averiguar qué pasa dentro de la jaula sin abrir su puerta ni interferir en modo alguno con el proceso, y es instalar una cámara cinematográfica que lo filme. Sólo a un adepto de Berkeley se le ocurriría que el destino del gato depende de dicha cámara, o de que se abra o no la puerta de la jaula. El gato morirá o vivirá según se desintegre o no uno de los átomos radiactivos con los que fue encerrado. Y éste es un acontecimiento que ocurre en su núcleo atómico, el cual está bien protegido por la coraza electrónica que rodea al núcleo, por lo que el evento ocurre independientemente de lo que haga el observador. (En 1996 se hizo un experimento aparentemente análogo, con un único átomo de berilio atrapado en una jaula electromagnética, y preparado un estado compuesto de dos estados básicos separados espacialmente por algunos nanómetros. Pero la analogía con el experimento mental de Schrödinger es superficial, ya que esos estados son microfísicos, de modo que nada tienen que ver con la vida y la muerte.) En resumen, la paradoja del pobre gato sólo muestra que la interpretación de Copenhague es absurda. Ella no se presenta en la interpretación realista.
Hoy en el País han publicado una entrevista al Dr. Bunge en el que pone a Heidegger a "caer de un burro", muy entretenida, os la recomiendo está aquí.
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